miércoles, 13 de noviembre de 2013

Mujeres: Manos a la Obra

Las mujeres en su naturaleza humana siempre han sido dinámicas y emprendedoras.  De hecho cuando leemos en proverbios 31 la caracterización que se hace de la mujer virtuosa, podemos notar que tiene muchas habilidades y por tanto muchas tareas. 

De igual manera, cuando leemos acerca del Ministerio de Jesús en la tierra, vemos que siempre hubo mujeres a su alrededor apoyando su ministerio, haciendo cosas que no eran tan visibles, pero que eran significativas para el buen desarrollo ministerial.  Es así, como la historia señala a las mujeres como las principales aportantes en términos económicos del ministerio de Jesús, no se dice que hacían, pero si que lograban tener dinero que invertían en las acciones que se realizaban. 

También tenemos el caso de la Reina Esther, una mujer que Dios utilizó, para que sutilmente influyera en el rey en función de procurar el bienestar de su pueblo.  Y que me dicen de la madre de Moisés, una mujer con visión, quien a pesar de haber nacido en cautiverio visualizó una vida diferente para su hijo, una vida de libertad, y fue este pequeño el que Dios utilizó para liberar a su pueblo del yugo impuesto por faraón.

Como vemos, las mujeres siempre han jugado papeles relevantes, sin la necesidad de estar al frente.  Se debe a nuestras capacidades de visionar, coordinar, hacer cosas a la misma vez, capacidades que pueden utilizarse en bienestar o que pueden potenciarse para hacer el mal impidiendo que la obra de Dios avance.

¿Cómo podemos en la actualidad los ministerios que trabajan con mujeres poner manos a la obra del Señor en la tierra?
  • Las mujeres mayores deben ser ejemplo y aconsejar a las más jóvenes.
  • Como ministerio de mujeres se deben programar acciones para promover una ofrenda misionera, que aporte de tal manera que la obra del Señor no caiga.
  • Evangelización y seguimiento de mujeres que recién se integran a la iglesia, visitarles, animarles, aconsejarles y ayudarles a que su integración sea más fácil.
  • Apoyar a las que están ancianas, que a cierta edad ni siquiera pueden movilizarse a la iglesia por lo que muchas veces caen en el olvido.  Podemos visitarlas, llevar la iglesia hasta sus casas, compartir un rato de alegría con ellas y hacerles sentir que aún son importantes.  Identificarnos con sus necesidades, no llegar con las manos vacías.
  • Visitar a las enfermas, orar por ellas.
  • Orar entre nosotras, por nuestras necesidades y las de nuestras familias.  Orar por nuestros familiares que aún no conocen de Cristo.
  • Tener tiempos de diversión, algún taller de una manualidad, cocina u otra actividad que nos permite tener una convivencia informal pero que fomenta una relación genuina.
Como vemos hay muchas cosas por hacer, que nos permiten vivir el reino de Dios en la tierra.  Amar a la gente con sus dificultades, integrarlas y que todas puedan sentirse especiales, encontrando un lugar en la gran Familia de Dios, la iglesia de Cristo.


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